Tecnología

¿Dónde termina nuestra computadora vieja?

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Un conocido refrán asegura que la basura de unos puede ser el tesoro de otros. Y si se observa la manera en la que es posible reutilizar y reciclar todos aquellos aparatos tecnológicos que consideramos que ‘ya cumplieron su ciclo’ y son inservibles, este proverbio se podría dar por válido.

El proyecto de Reutilización Eficiente de Hardware Tecnológicamente Obsoleto (REHTO), creado desde la Facultad de Ciencias Exactas, sustenta este refrán a la perfección, y a partir de esta primera iniciativa nació el Centro de Pretratamiento de Aparatos Eléctricos y Electrónicos (CEPRAEE). Con lugar en la estación centro de Punto Limpio, en Maipú 1250, se suma a la iniciativa de darle una segunda vida a los materiales reciclables, como el cartón, el papel y el vidrio que los vecinos ya tienen como hábito acercar. Pero, ¿qué sucede una vez que entregamos nuestro televisor viejo o la videocasetera al CEPRAEE?

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Sebastián Barbieri, responsable del proyecto asegura que el principal objetivo es la reutilización, aunque muchas veces se procede a la separación de materiales para posteriormente reciclar, “por una cuestión de espacio”.

La creciente producción y uso de aparatos eléctricos y electrónicos ocasiona que, indefectiblemente, también se incremente la cantidad de desechos. La Universidad de las Naciones Unidas asegura que anualmente se recolectan más de 40.000 kilotoneladas, una medida altamente considerable si se tiene en cuenta que un kilotón equivale a mil toneladas. Hagamos el cálculo. Y del total global, alrededor de 4.000kt corresponden a América Latina.

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En este contexto es donde la creación del CEPRAEE a principios de 2017 adquiere relevancia. Es el lugar donde aquellas computadoras que llegan por ser consideradas obsoletas tecnológicamente pueden obtener una segunda vida a disposición de instituciones que lo necesiten. En ocasiones estos aparatos son desechados porque no funcionan bien o porque sus propietarios creen que son viejos ‘por una exigencia de la industria’ que establece la necesidad de contar con las últimas tecnologías para llevar una vida más fácil.

Al momento de arribar un nuevo CPU, los colaboradores del lugar se ocupan de evaluar cuáles son los inconvenientes que presenta, realizar las reparaciones necesarias y ponerla a punto para un buen funcionamiento. Además, se les instala software libre y se configura el sistema operativo para que pueda funcionar con bajos recursos. El Centro Comunitario Metalúrgico, el Centro Informático La Movediza y el Centro de Jubilados y Pensionados Municipales, son algunos de los lugares que cuentan con estos equipos y los emplean para sus tareas diarias y para el dictado de cursos de alfabetización digital.

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En caso de no ser posible la reutilización, se procede a la etapa de reciclado, es decir, algunas partes se emplean como repuestos para la reparación de otros equipos que se reutilizan. Después de agotada esta instancia, se continúa con la separación de materiales que más tarde serán enviados a empresas específicas que se encargan de comercializarlo, como el aluminio y el metal. Las placas son de los materiales que más llaman la atención, ya que el impacto ambiental de su desecho es grande a causa de los metales pesados que contienen.

Mediante este procedimiento se evita que las computadoras, equipos electrónicos de consumo, celulares y electrodomésticos terminen en un relleno sanitario y, por el contrario, sean reutilizados.

Joaquín Tomasini, de 22 años de edad, se encuentra en el segundo año de la carrera Ingeniería de Sistemas y, desde el inicio del CEPRAEE colabora semanalmente. “Empecé a venir al proyecto porque me lo comentaron unos amigos que ya participaban y fui viendo la importancia del reciclado y el cuidado del medio ambiente. Empecé a ver qué repercusión real tienen los residuos electrónicos en el medio ambiente y me di cuenta que hay que empezar a hacer este trabajo de reciclaje porque, si no, va a llegar un punto en el que no vamos a poder tomar agua pura. Los residuos electrónicos contaminan mucho.” Joaquín asegura que no se trata sólo de un trabajo, sino que también comenzó a incorporar y a transmitir ciertos hábitos. “Dentro de mi familia empecé a ser más pesado en ese sentido [de reciclar], pero todavía me falta bastante para estar completamente ‘transformado’ en alguien que reutiliza todo y que cuida 100% el medio ambiente”, aunque no duda que la toma de conciencia continúa, al igual que su compromiso con el medio ambiente.

¿Tenemos conciencia ambiental en Tandil?

A pesar de que la cantidad de artefactos eléctricos y electrónicos que ordenadamente llenan el galpón puede ser impresionante, quienes trabajan en el lugar consideran que aún no hay una conciencia ambiental real. Sebastián considera que la principal motivación de los vecinos para acercarse hasta el CEPRAEE a llevar aquellos aparatos rotos o más viejos es “hacer lugar en casa”, y no por el ‘cuidado del medio ambiente’ en sí mismo. Sin embargo, en cierto modo, el hecho de que no los dispongan entre los residuos domiciliarios que recogen los recolectores habla de un cambio, aunque sea mínimo.

A pesar de que la cantidad de residuos tecnológicos es notablemente menor a los domiciliarios, no dejan de ser significativos a causa de su impacto ambiental. Durante 2017 en el CEPRAEE se recepcionaron 40 toneladas de residuos, una cifra importante que marca el inicio de un cambio que todavía tiene bastante camino por recorrer.
Sebastián Barbieri considera que aún falta bastante por hacer para difundir ampliamente la importancia de contribuir con la conservación del medio ambiente, pero aseguró: “Trabajamos día a día para crear conciencia”.

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Secretaría de Extensión de la UNICEN