“Imagínate uno de esos teléfonos de disco rotatorio… es de las cosas más aburridoras que puedas concebir. Los phreaks pensaron: ‘Quiero saber cómo funciona’ y ‘Me pregunto si puedo lograr que haga cosas para las que no fue diseñado’… ‘¿Qué pasará si marco un número que no está en el directorio telefónico?'”.
Phil Lapsley, autor de “Explotando el teléfono”, se refiere a un grupo de adolescentes, varios de ellos ciegos, que en los años 60 y 70 estaban fascinados con el sistema telefónico.
Pasaban sus días buscando y encontrando ingeniosas formas de lograr que la red hiciera cosas que ni las compañías telefónicas se habían llegado a imaginar.
Se les conocía como los “phreaks”.
Esta es la historia de un romance con la red de telefonía y de los precoces adolescentes que la burlaron y la supieron explorar.
También es la historia del genio en el centro de esa subcultura.
Un hábitat natural
Josef Carl Engressia Jr., o Joe. nació en 1949, ciego, con un coeficiente intelectual de 172 y un tono perfecto. Tenía una hermana también ciega y, desde pequeño, vivía muy solo.
“Su obsesión era el teléfono: desde que tenía 3 o 4 años, pasaba horas en el teléfono, llamando al servicio que daba la hora”, cuenta Lapsley.
“De cierta manera, todo el mundo es ciego en el teléfono; uno no ve las expresiones faciales de la persona con la que hablas”.
“La llamada telefónica es una experiencia auditiva maravillosa y es una experiencia únicamente auditiva, así que puede ser un hábitat natural si eres invidente”.
El consuelo de los zumbidos, clics y tonos del teléfono
“Yo creo que tener dos hijos ciegos fue una presión grande para la familia Engressia. Tenían problemas y violencia doméstica”, le cuenta a la BBC Rachael Morrison, autora de un documental sobre Joybubble, el nombre que adoptó Joe cuando tenía 33 años.
“¿Qué era lo que más te asustaba cuando eras niño? A mí me asustaba cuando mami y papi peleaban. Papi golpeaba a mami, le hacía daño, rompía y tiraba cosas… muchos sonidos aterradores en la noche”.
“Lo que hacía era levantar el teléfono para escuchar el tono de marcación”, dice Morrison.
“El suave sonido de marcación siempre estaba ahí. Era maravilloso, especialmente durante esas largas noches”.
“El teléfono se volvió el lugar en el que él vivía, su lugar feliz”, apunta Lapsley.
El sonido que abría la puerta al mundo
“Una de las cosas que Joe recordaba era que cuando hacía llamadas de larga distancia había un sonido agudo que aunque no podía identificar, sí podía imitar: tenía tono perfecto así que podía reproducir todo lo que quería tras escucharlo”, relata el autor.
“Distraído, empezó a silbar el mismo tono y al hacerlo la llamada se cortó. No sabía por qué pero cuando lo hizo de nuevo, pasó lo mismo”.
Pronto se dio cuenta que si silbaba ese tono -2600 hertz- podía desconectar una llamada y la compañía telefónica interpretaba que había colgado. Pero él seguía dentro de la red telefónica, así que podía hacer otra llamada sin que le cobraran a cualquier lugar del mundo.
A los 7 años había descubierto que podía hacer llamadas telefónicas gratuitas, simplemente silbando los tonos correctos.
Fue entonces que empezó a phreakear… aunque la palabra aún no existía y él no sabía que otra gente estaba haciendo lo mismo en otras partes del mundo.
Qué eran los phreakers
“Un ‘phreaker’ es un apasionado del sistema telefónico, un investigador de las telecomunicaciones, su hobby es conocer el funcionamiento de las redes de telefonía.
(… A) veces usa la información para llamar gratis, pero lo hace por que piensa que las telecomunicaciones son un servicio básico como la sanidad o la educación y deberían ser algo gratuito y no un chollo para unos pocos.
Las comunicaciones sí son un bien de interés general y no el fútbol”.
“Eran personas que estaban fascinadas, obsesionadas y apasionadas por las complejidades el sistema de la época. Querían ver cuán lejos podían llegar”.
“Phreaking fue el antecesor del hackeo de computadoras”, dice Lapsley.
Todo un universo
Para cuando Joe terminó el colegio ya podía no sólo desconectar una llamada silbando sino también hacerla imitando cada tono de cada número.
El sistema telefónico era para él en un universo para explorar y se deleitaba forzando sus límites.
Derivaba llamadas gratis por todo Estados Unidos y de regreso a su propio teléfono… sólo porque era capaz de hacerlo.
Poco después de llegar a la Universidad del Sur de Florida, la noticia de que había un estudiante ciego que podía silbar llamadas internacionales gratis se regó rápidamente por todo el campus.
“Él contaba que grupos de estudiantes lo seguían por la universidad pues querían hacer llamadas y porque les parecía chévere verlo hacer todos esos sonidos, así que era muy popular”, señala Lapsley.
“Además, se volvió una sensación en los medios y lo empezaron a llamar “the whistler”, el silbador”.
Único pero no el único
Joe no era el único dedicado a este particular pasatiempo.
Poco a poco fue descubriendo que, dispersos por todo Estados Unidos, había otros phreakers, como Jim Fettgather, quien fue su amigo.
“Cuando nos poníamos creativos, hacíamos cosas como llamar a parejas que se habían divorciado recientemente; hacíamos que sus teléfonos timbraran al mismo tiempo y ambos contestaban:
¿Qué quieres?
¿Cómo así? ¡Yo no te llamé, tú me llamaste!
…y empezaba la pelea. O llamábamos a una tienda de licores y una iglesia mormona”, cuenta Fettgather.
“La gente señala que en esa época, el teléfono era la máquina más grande del mundo y los phreaks hacían lo que querían con ella”, apunta Lapsley.
“Hacíamos una llamada de uno teléfonos que teníamos a otro que estaba al lado pero la derivábamos por la mayor cantidad de lugares que pudiéramos para ver cuánto se demoraba nuestra voz dándole la vuelta al mundo”, recuerda Fettgather.
“Decíamos: ‘Aló’ y contábamos los segundos hasta que sonara el otro teléfono y oíamos nuestro ‘Aló’, 20 segundos más tarde”.
Pero era con un phreak tan legendario como él, John Draper, conocido como “Capitán Crunch”, con quien montaba lo que describen como un espectáculo.
“Podías escuchar la conexión llegando a cada tándem, creando tonos y ecos… algo realmente bello”, cuenta el ex phreaker Fred Belton.
Ese aparato
Belton recuerda una charla casual en la piscina de Joe cuando lo fueron a visitar con Capitán Crunch y discutieron el diseño de lo que se llegó a conocer como bluebox, la “caja azul”.
El bluebox emitía diversos tonos por la línea telefónica electrónicamente, que le facilitaba hacer llamadas gratis a quienes no tenían el talento de Joe para imitar sonidos o la habilidad de los phreakers con la experiencia de Capitán Crunch para hacer hacking telefónico con un silbato.
A los phreakers les permitía explorar códigos ocultos que no era posible marcar desde una línea telefónica regular.
Capitán Crunch fue acusado de fraude en contra de las compañías telefónicas en 1972, cuando se convirtió en el primer phreak que terminó en la cárcel federal.
También a Joe sus peculiares talentos le causaron problemas con la justicia. Más tarde, sin embargo, la compañía telefónica a la que lo acusaron de robar le ofreció empleo.
El Peter Pan de Minneapolis
En 1982 la vida de Joe Engressia tomó un giro extraño.
Se trasladó a Minneapolis, cambió su nombre a Joybubbles y declaró que iba a tener la edad de cinco años para siempre.
Desde entonces empezó a utilizar el teléfono para registrar sus pensamientos y contar la historia de su vida a través de un servicio telefónico llamado ‘Historias y cosas’, un blog de audio que actualizaba todas las semanas hasta su muerte en 2007.
En la comunidad de phreakers -y más allá- Joybubbles ya era una leyenda, un catalizador que unió a phreaks dispares.
La subcultura atrajo a brillantes excéntricos y a aventureros tecnológicos, entre ellos algunos que más tarde jugarían un papel clave en la creación de la computadora personal, como Steve Wozniak y Steve Jobs, los fundadores de Apple.
Fuente. BBC Mundo