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Andrew Rickman, el genio de la tecnología que perdió más de mil millones de dólares

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¿Cómo te sentirías si perdieras más de US$1.810 millones casi de la noche a la mañana? Esa fue la situación a la que se enfrentó Andrew Rickman a finales del año 2000, cuando la burbuja de las “puntocom” explotó de manera espectacular y las acciones de su empresa, Bookham Technology, se desplomaron. “Fue como un invierno nuclear”, recuerda.

Rickman había fundado Bookham en 1988 en la cocina de su casa en Wiltshire, en el sur de Inglaterra, cuando tenía 28 años. Se convirtió en uno de los principales proveedores mundiales de componentes ópticos para las industrias de las telecomunicaciones y la computación.

En términos muy simples, su tecnología permitía transferir datos muy rápidamente utilizando láseres y fibra de vidrio.

A finales de los 90, sus ventas estaban al alza a medida que cada vez más hogares y negocios se conectaban a internet y más redes de telefonía móvil se implementaban.

Los buenos tiempos fueron tan buenos que solo dos meses después de que Bookham se estrenara en la Bolsa de Londres, en abril de 2000, ya había empezado a formar parte del índice FTSE 100. Es decir, la lista de las 100 empresas de aquella Bolsa que tienen más capitalización de mercado: el valor combinado de todas sus acciones.

Tal fue el aumento del precio de las acciones de Bookham que Rickman, que poseía la mayor participación en la firma, se convirtió en el primer multimillonario tecnológico de Reino Unido.

Esto despertó un frenesí en los periódicos sensacionalistas de aquel país y el modesto empresario de 40 años de repente se convirtió en una celebridad sin quererlo.

Los periodistas les dijeron emocionados a sus lectores que él era más rico que la reina Isabel II y Paul McCartney juntos. Mirando atrás, Rickman dice que estaba “avergonzado” por toda esta cobertura.

En lo más alto del precio de las acciones de Bookham, a mediados del año 2000, Rickman acumulaba un valor por más de US$1.900 millones. Pero luego estalló la burbuja de las “puntocom” y antes de fin de año el precio de las acciones de Bookham, y con él la riqueza de Rickman, habían caído.

Esto lo lanzó una vez más a las portadas de periódicos, que ahora informaban alegremente de su caída.

Una situación “emocionalmente difícil”

“No pensé particularmente mucho en toda la cobertura de la prensa”, dice Rickman, que ahora tiene 59 años.

“El dinero no era un problema, porque solo estaba en papel. Ser el primer multimillonario de las puntocomno eraalgo real para mí”.

El gran problema para Bookham era que su equipo óptico de vanguardia era caro. Y después del estallido de la burbuja de las “puntocom”, sus clientes, las empresas que construyen todas las redes nuevas, optaron por una tecnología más barata y más simple.

Pero antes de que sientas lástima por Rickman, todavía le quedaban unos US$64 millones en su cuenta bancaria y fue capaz de levantar lentamente la empresa una vez más.

Esto implicó sacar a la empresa de la Bolsa de Londres y trasladarla a Silicon Valley para evitar el alto precio de la libra esterlina y estar más cerca de los clientes clave.

Rickman finalmente dejó el negocio en 2004 para comenzar una nueva carrera como inversor en tecnología. Luego, en 2013, fundó su última compañía: Rockley Photonics.

Con sede en Oxford y un personal compuesto por 150 personas, diseña un producto llamado chip fotónico de silicio. Es como un microchip estándar, pero con una diferencia clave: emite luz alrededor del chip en lugar de enviar corriente.

Aunque la industria de los chips fotónicos todavía está en pañales, se dice que la ventaja es que pueden procesar muchos más datos y más rápidamente. Los chips fotónicos ahora se utilizan cada vez más en todo, desde centros de datos hasta sistemas de sensores en automóviles autónomos y en los últimos modelos de celulares.

Rickman dice que Rockley tiene ahora una facturación anual de “decenas de millones”, pero con el potencial de aumentar esto a miles de millones.

Al recordar el estallido de las “puntocom”, ¿cree Rickman que debería haberlo visto venir?

“La retrospectiva es una gran cosa”, responde. “No creo que muchas personas estuvieran preparadas para ese tipo de auge y caída”, señala.

“Una cosa que aprendí en ese momento fue a tener una visión más analítica del mundo que nos rodea. Así que desde entonces siempre tuve lo que describiría como un equipo de análisis… Se sientan allí y básicamente analizan el entorno todo el tiempo, con lo que, si quieres, se convierten en un sensible monitor sísmico”.

“Y no solo estoy buscando los desastres que están por venir, sino también las cosas que van a explotar, en el buen sentido de la palabra”.

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