Miedo a las inyecciones, preocupación por la esterilidad de las agujas y el fantasma de contraer una infección cruzada. Esas son algunas de las razones que generan aversión a las jeringas, algo que científicos argentinos lograron solucionar al crear una plataforma que permitiría desarrollar vacunas en forma de pastillas.
Hugo Luján, doctor en Ciencias Químicas del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) y director del Centro de Investigación y Desarrollo en Inmunología y Enfermedades Infecciosas (Cidie) de Córdoba, es quien lideró el diseño de la plataforma que podría reemplazar a las inyecciones tradicionales.
Entre las ventajas de las vacunas orales, Luján apuntó que “como estas partículas orales no requieren frío para su transporte o guardado. Tampoco necesitan personal entrenado, no presentan riesgo de infecciones cruzadas, evitan los riesgos asociados al uso de jeringas y agujas, no tienen gastos por el descarte, son indoloras y al constituir una técnica no invasiva resultan atractivas para su aplicación en programas de vacunación masiva o personalizada”.
Hasta hoy, la única vacuna oral que existe es la Sabín, desarrollada en los años 60 y se aplica contra la Poliomelitis en niños de 6 meses a 5 años. La plataforma desarrollada por Luján, difundida en la revista Nature, podría utilizarse en la generación de vacunas orales que combatan cualquier agente infeccioso, incluso contra células tumorales.
“Las posibilidades que se abren con esta plataforma son inmensas y podemos generar importantes recursos para el país”, explicó.
El método fue testeado por el momento en animales, aunque el próximo paso es comenzar con ensayos clínicos en seres humanos.
Desarrollo
El desarrollo tiene atrás una cadena de trabajo previo y más de 20 años de dedicación al estudio de los mecanismos de adaptación de parásitos patógenos humanos y de animales.
Para comprenderlo, es necesario repasar primero cómo funcionan las vacunas tradicionales: a través de una inyección, ingresa al cuerpo una cantidad pequeña de virus o bacterias que le “enseñan” al sistema inmunitario cómo reconocer, defenderse y atacar a los microorganismos -virus o bacterias- cuando eventualmente lo invadan.
En contraposición a las vacunas inyectables, la principal desventaja de las vacunas orales es que se degradan fácilmente en el intestino a través de la digestión. Sin embargo, Luján y su equipo fueron pioneros en generar, en 2008, una vacuna oral contra la Giardiasis, una enfermedad diarreica que afecta sobre todo a los países subdesarrollados, ocasionada por un parásito microscópico unicelular que vive en el intestino delgado de las personas y se transmite por las heces de una persona o animal infectado.
¿Cómo llegaron a ese descubrimiento? El parásito Giardia lambia es particular, porque tiene un mecanismo adaptativo denominado “variación antigénica”, que actúa como un “disfraz”: por medio de este proceso, el parásito tiene la capacidad de cambiar continuamente sus principales moléculas de superficie (llamadas “proteínas variables de superficie” o VSPs), lo que le permite evadir la respuesta inmune del hospedador y por eso puede permanecer crónicamente en el intestino de una persona o animal.
Luján logró, por primera vez, que el repertorio completo de VSPs nativas purificadas fuera capaz de provocar una respuesta inmune protectora contra todos los posibles “disfraces” del parásito en forma de oral, que fue validada en el laboratorio y luego en animales domésticos, con resultados que permitieron al Conicet su licenciamiento a una empresa internacional.
Con ese desarrollo patentado, Luján se reunió con colegas de Francia y surgió una nueva idea: desarrollar vacunas orales para prevenir otros agentes infecciosos, adosándoles a los antígenos las proteínas VSPs de Giardia, que por sus propiedades protectivas permitirían que las vacunas orales resistan en el intestino y no sean degradadas.
Los colegas de Francia, en tanto, aportaron el desarrollo de unas “partículas similares a virus” (VLPs), partículas que estimulan el sistema inmune porque imitan las estructuras de los virus, pero no tienen su material genético, por lo tanto no enferman. La decoración de las superficies de las VLPs con las VSPs y los antígenos que se quieran combatir –como por ejemplo de gripe, de Zika, de tuberculosis- dio como resultado vacunas orales efectivas en estudios en animales. Esa combinación es la revolucionaria plataforma que creó Luján junto a sus colegas y su equipo, con participación especial de las investigadoras Marianela Serradell y Lucía Rupil.
A fondo
“Las partículas similares a virus son como el armazón, a las cuales se les puedo agregar una molécula cualquiera, para generar una respuesta inmune contra la misma. Pero al mismo tiempo se le agrega las proteínas de superficies de Giardia para que se protejan en el intestino. Giardia vive en el intestino y nadie sabía por qué no se digería como cualquier comida, nosotros empezamos a ver estas proteínas de superficie que en su momento nos ayudaron a generar esta vacuna contra Giardia, y vimos que si se las ponemos por fuera, estas partículas similares a virus no se degradaban”, expuso Luján.
“Aunque parezca compleja, es una técnica fácil de llevar a cabo y sin necesidad de equipamiento de alta complejidad”, aseguró el investigador del Conicet.
“Producimos esas proteínas de Giardia en el laboratorio, las sometimos a diferentes condiciones de digestión, y vimos que todas estas proteínas resisten, entonces son excelentes para proteger estas partículas virales, a las que le podemos unir cualquier antígeno vacunal. Esa es la plataforma”, explicó.
“Ya la probamos con antígenos del virus de la Influenza, el virus Sincicial Respiratorio, la tuberculosis y el Zika, y esos antígenos no se degradan y generan una importante respuesta inmune no solo en las mucosas, por donde entran al cuerpo la mayoría de los agentes infecciosos, sino también de forma sistémica”, mencionó.
Luján sentenció que “durante nuestros estudios también observamos que al inyectarle a ratones vacunados contra un determinado antígeno y células tumorales expresando ese determinado antígeno, los tumores no se desarrollaban, lo que sí ocurría en los animales no vacunados o en aquellos vacunados oralmente con partículas sin VSPs. Inclusive, para algunos tumores la vacuna funcionó de manera terapéutica”.