Desde hace algunos años, los cigarrillos electrónicos llegaron al país de la mano de mercado negro. Era un aparato de uso clandestino, que se comercializaba a pocas personas y menos revendedores que se referían por contacto. Sin embargo, desde hace algunos años el uso y la aceptación social de los cigarrillos electrónicos (también llamados vaporizadores) está en punta. Según un reciente informe, el uso de estos dispositivos electrónicos explotó en la Argentina y el fenómeno es cada vez más masivo.
Los nuevos cigarrillos electrónicos están formados por una batería de litio, un chip inteligente con un programa que controla los circuitos, una cámara atomizadora y el cartucho; este último contiene varias sustancias como propilenglicol, glicerina, nitrosaminas, nicotina en la mayoría de los casos y otros productos como saborizantes. Cuando alguien “vapea”, el atomizador se calienta, el líquido se vierte en su interior y se convierte en vapor.
Según un estudio realizado por Euromonitor Consulting, a pesar de la prohibición expresa de la ANMAT, la disponibilidad y el uso de cigarrillos electrónicos se está imponiendo en la sociedad argentina, tal como ocurre en otros países, con un significativo aumento del 37,5 % del mercado registrado entre el 2014 y el 2017.
Entre los factores de crecimiento en la venta de dispositivos, que pasaron de 82.509 a 214.522 unidades entre el 2014 y el 2017, el informe hace referencia a la búsqueda de alternativas más sanas y menos tóxicas que el cigarrillo convencional; la percepción de un mayor control de la nicotina, la mayor disponibilidad de opciones; el crecimiento de la comunidad de “vapeadores” y el aumento del precio del cigarrillo. El impacto económico por la venta de dispositivos en 2017 fue de US$ 21,9 millones.
¿Quiénes son los “vapers”?
Aproximadamente el 65-75% de los “vapeadores” son ex fumadores de amplio rango etario, entre 20 y 65 años. Un 25-35% lo integran personas que también fuman pero que ven el cigarrillo electrónico como un paso para dejar de fumar o reducir su uso.
Según el estudio, se espera una migración muy significativa de fumadores a “vapeadores” quienes buscarán proveedores locales a pesar de que en el corto plazo se continúe en la semiclandestinidad debido a la prohibición del organismo público. Frente a este escenario existiría una proliferación de “artesanos” y “alquimistas” sin ningún tipo de control, como se conocen popularmente a las personas que preparan los insumos de los cigarrillos electrónicos (desde los líquidos para vapear hasta las resistencias).
En caso que se levante la prohibición, se espera que empresas grandes comiencen a comercializarlos, lo cual implicaría la desaparición de jugadores sin garantía ni normativa de respaldo, considerados “truchos”, a pesar de que se mantendría la preferencia por dispositivos de sistema abierto. Tal es el caso de Phillip Morris International, dueña de marcas como Marlboro y Chesterfield, está invirtiendo miles de millones de dólares para vender sólo productos libres de humo, siendo el “IQOS” el gadget estrella. Se trata de un dispositivo electrónico que calienta una mezcla de tabaco sin generar combustión. Es un plan a largo plazo en el que trabajan más de 350 científicos en Suiza y donde se han invertido alrededor de US$ 5.000 millones a lo largo de 10 años, tanto para la elaboración de los nuevos productos libre de humo, como para la investigación y reconversión de plantas dedicadas a la fabricación de cigarros tradicionales.
Un negocio sin humo
Por su parte, el mercado de los líquidos que se insertan en los dispositivos tuvo un incremento del 40,1%. Entre los factores de crecimiento de estos productos se destacan la tendencia social del reemplazo del cigarrillo; la amplia disponibilidad de precios, la diversidad de sabores y el mayor control sobre los contenidos de nicotina. Sólo en 2017 se vendieron líquidos por 44,6 millones de dólares.
La totalidad de los cigarrillos electrónicos son de origen extranjero. Entre el 50% y 60% de que los llegan al consumidor lo hacen por medio de la venta online, mientras que a través de los subdistribuidores se vende el 25-30% y en tiendas físicas el 10-15%. En la Argentina existen varios sitos de compra de cigarrillos electrónicos como así también vendedores independientes.
Los líquidos importados ingresan al país del mismo modo que lo hacen los dispositivos, en muchos casos provenientes de China y se comercializan de igual forma mientras que los líquidos de producción local cuentan con una distribución diferente (en tiendas físicas o directamente del productor).