Ciencia

Cómo las mayores ciudades del mundo están luchando contra el esmog

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En marzo de 2016, durante tres días, 10 palomas de Londres se hicieron famosas porque cargaban mochilas que vigilaban la contaminación del aire.

Mientras volaban, estas mochilas enviaban actualizaciones en vivo sobre la calidad del aire, mediante tuits, a los celulares de los londinenses.

En casi todos los casos, las lecturas no fueron buenas.

El problema de la contaminación atmosférica en Londres ha ido empeorando cada año y con frecuencia se eleva a más del triple del límite legal establecido por la Unión Europea.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la polución es el mayor riesgo ambiental mundial para la salud y “sigue aumentando a un ritmo alarmante”.

Más de tres millones de personas mueren cada año a causa de la polución y es especialmente un problema en las zonas urbanas: solo una de cada 10 personas vive en una ciudad que cumple con las directrices de calidad atmosférica de la OMS.

La contaminación del aire en Delhi acorta la esperanza de vida de sus residentes en 6,3 años y una de cada 12 muertes en Londres está vinculada a su aire contaminado.

Asesinos en miniatura

La materia particulada (MP), diminutas partículas emitidas en los gases de escape de los vehículos, es el mayor asesino en el aire.

Una de las partículas más finas, PM2.5, llamada así porque tiene sólo 2,5 micrómetros de diámetro, puede penetrar el tejido pulmonar y entrar en el torrente sanguíneo, donde daña las arterias y causa enfermedades cardiovasculares.

El dióxido de nitrógeno (NO2) le sigue entre los componentes más mortíferos: inflama los pulmones haciéndonos susceptibles a la infección. Provoca 23.500 muertes anualmente solo en Reino Unido.

Si bien la mejor solución a largo plazo sería prohibir los automóviles que usan combustibles fósiles, eso no ayudará a los millones que seguirán muriendo mientras tanto, por lo que se manejan algunas soluciones de alta tecnología.

Uno de los enfoques más prometedores se puede encontrar en Pekín, después de que China declarara una “guerra contra la contaminación” en 2014.

Las pautas de la OMS establecen que las PM2.5 no debe superar los 25 microgramos por metro cúbico en un día cualquiera, pero el esmog en Pekín es sistemáticamente 10 veces superior a ese nivel (la ciudad más contaminada de China, Shijiazhuang, tiene una media anual de 305 microgramos por metro cúbico).

Torre de esmog

El inventor holandés Daan Roosegaarde se empeñó en buscar una solución después de visitar Pekín en 2013.
Tres años más tarde, su “Torre Libre de esmog” de siete metros de altura, respaldada por el Ministerio Chino de Protección del Medio Ambiente, abrió sus puertas en Pekín en septiembre de 2016.

Se trata de un purificador de aire gigante en un espacio abierto.

De la misma manera que la electricidad estática puede hacer que los cabellos sueltos se peguen a un peine, las partículas en el aire son aspiradas dentro de la torre, donde reciben una carga positiva.

Allí son atrapadas por una placa de eliminación de polvo cargada negativamente y el aire limpio es expulsado por el otro extremo.

Roosegaarde cree que su torre podría ser parte del puente entre la era industrial altamente contaminante y el futuro bajo en gases de carbono.

“Este tipo de solución directa no es definitiva y permanente, es el paso intermedio”, dice.

“Estamos trabajando ahora en el cálculo: ¿cuántas torres necesitamos colocar en una ciudad como Pekín para obtener una reducción de la contaminación del 20% al 40%? No deben ser millares de torres, debe ser cientos. Podemos hacer versiones más grandes también, del tamaño de edificios”.

En cuanto a qué hacer con los desechos, tiene actualmente una línea colateral de venta de la sustancia compactada como joyas. El Príncipe Carlos posee un par de gemelos “libres de esmog”.

Un ejemplo mexicano

La arquitecta residente en Berlín, Allison Dring, directora de Elegant Embellishments, un estudio de investigación y diseño arquitectónico, plantea una solución alternativa.

Su primera incursión en la batalla contra la contaminación del aire comenzó en Ciudad de México a principios de 2000, cuando la urbe estaba luchando para sacudirse de su indeseable reputación de la capital más contaminada del mundo.

La principal preocupación de Dring fue la eliminación del dióxido de nitrógeno de los gases de escape que los vehículos.

Su respuesta inicial fue revestir los edificios con dióxido de titanio fotocatalítico, que utiliza los rayos ultravioletas de la luz solar para convertir el dióxido de nitrógeno en ácido nítrico. Así, el ácido nítrico es inmediatamente neutralizado, transformado en una sal inofensiva y arrastrado por la lluvia.

Observando la naturaleza para maximizar la superficie de la fachada de un edificio, Dring creó un diseño de coral para atrapar la luz y el viento de todas partes.

Su mayor proyecto hasta la fecha cubre 2.500 metros cuadrados del Hospital Manuel Gea González, en el sur de Ciudad de México, que reduce la contaminación en la calle en el equivalente de unos 1.000 vehículos diarios.

Dring ahora está fabricando un material de construcción a partir de biocarbón, una sustancia semejante al carbón que se obtiene quemando subproductos de cultivos agrícolas o recortes de árboles en un horno de pirólisis, lo que permite descomponer químicamente los materiales orgánicos calentándolos a altas temperaturas en ausencia de oxígeno.

“Significa que estás sacando carbono del cielo, convirtiéndolo en un material y luego usándolo para construir”, dice Dring.

Los árboles hacen eso también: sacan carbono del aire y lo atrapan como madera.

“Así que estamos eliminando más CO2 que el tronco de un árbol”, dice Dring.

Además, alega que el biocarbón es “un tipo de plástico, moldeable, que se puede configurar, algo que realmente no puede hacerse con la madera”, convirtiéndolo en el material perfecto para el diseño arquitectónico.

El nuevo material de construcción de Dring, llamado Made Of Air (“Hecho de aire”), hará su primera aparición como revestimiento de fábrica industrial en Berlín en 2017.

Cuestión de educación

Sin embargo, educar a los residentes urbanos sobre los peligros de la contaminación ambiental sigue siendo casi tan difícil como encontrar respuestas científicas al problema.

La esperanza era que la patrulla de palomas animara a los londinenses a tomar más conciencia sobre el aire que respiraban.

“La contaminación es invisible, así que si queremos hacerla visible tenemos que encontrar una manera de captar la atención de la gente”, dice Pierre Duquesnoy, ejecutivo de la agencia DigitasLBi, que impulsó la idea en asociación con Plume Labs, la aplicación para contaminación atmosférica.

Duquesnoy la compara con la obsesión por los alimentos saludables que hay en su Francia natal.

“La gente está tan preocupada ahora por lo que come que mira todos los paquetes, voltea la comida y lee todas las etiquetas”, dice.

Mientras más informados estamos sobre lo que comemos, explica, más interés tomamos en lo que consumimos.

Y consumimos unos 8.000 litros de aire cada día.

Fuente. Tim Smedley | BBC Future

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