Quizás una de las cosas más difíciles a la hora de hacer dieta es eliminar de nuestro paladar el gusto a dulce. (¡Qué difícil es resistirse a esas galletas, biscochos y bebidas gaseosas!)
La industria de los alimentos bien sabe de este esfuerzo y lo ha sabido capitalizar con los conocidos edulcorantes artificiales.
En el mercado hay decenas de estos sustitutos, aunque los más conocidos son el aspartame, la sacarina y la sucralosa.
Si bien es mucho lo que hemos escuchado hasta ahora de estos productos, es posible que todavía queden algunas cosas que quizás no sepas.
1. ¿Hay edulcorantes artificiales naturales?
Si hablamos de los edulcorantes en general, la respuesta es afirmativa, puesto que de acuerdo con la Real Academia Española de la Lengua, la miel y el azúcar son edulcorantes naturales.
Ahora bien, si lo que tienes en mente es la stevia como sustituto natural del azúcar, la respuesta es más complicada.
La stevia, una planta que durante mucho tiempo se ha usado en Paraguay y Brasil para endulzar, se puede encontrar en supermercados de buena parte de los países desarrollados.
Ha sido anunciada como el “edulcorante milagroso” y el “santo grial de la industria de la comida”, debido a sus orígenes naturales y sus aclamados beneficios para la salud.
Pero la clínica Mayo de Estados Unidos, advierte que esta también es artificial, debido a que se trata de un producto refinado y procesado.
Y si la razón por la que la consideramos natural es porque viene de una planta, entonces hay que tomar en cuenta que no es la única: la sucralosa (Splenda) se saca del azúcar.
2. No todas son buenas para todo
Hoy en día los edulcorantes artificiales tienen todo tipo de usos, tanto industriales como en el hogar.
Si te fijas bien en los ingredientes de lo que compras, no te extrañes de encontrarlos en enlatados, productos lácteos y comidas procesadas.
Pero no siempre es el mismo tipo de edulcorantes.
El aspartame, por ejemplo, no es recomendable para hornear, porque con el calor pierde parte de su sabor dulce.
Mientras que la sucralosa, que se saca del azúcar y se modifica genéticamente para no tener calorías, se mantiene dulce a altas temperaturas; lo que la hace una excelente sustituta del azúcar para cocinar.
3. Costo medioambiental
Los cultivos para producir azúcar han estado bajo la lupa de organizaciones medioambientales.
El Fondo Mundial para la Naturaleza ha advertido de la pérdida de biodiversidad en islas tropicales “como resultado de la conversión del hábitat” para esta producción.
Sin embargo, edulcorantes artificiales como la sucralosa, también generan un costo a la naturaleza.
Según un estudio de investigadores de la Universidad de Carolina del Norte publicado recientemente, la gran mayoría de sucralosa consumida por los humanos termina en los océanos.
Esto se debe a que, según el estudio de 2013, la sucralosa no se puede romper en el tracto digestivo.
“Como resultado, el cuerpo absorbe muy poca o ninguna calorías y el 90% del compuesto químico sale de nuestro cuerpo hacia el sistema de aguas residuales”.
El problema está en que -de acuerdo con la revista Scientific American- como la sucralosa tampoco puede ser descompuesta por la mayoría de las plantas de tratamiento de residuos, “termina en los océanos donde los efectos a largo plazo están todavía por conocer”.
Y el mito…
Durante décadas los edulcorantes artificiales han estado bajo el escrutinio de científicos que intentan determinar de una vez por todas si estos productos son dañinos para la salud.
Quienes hacen campaña contra estos edulcorantes, aseguran que son peligrosos para la salud, en parte debido a
estudios hechos en ratones publicados en los años 70 en que se vinculaba la sacarina con cáncer de vesícula.
Sin embargo, de acuerdo con el Instituto Nacional de Cáncer de Estados Unidos, a día de hoy no existe evidencia científica que indique que los edulcorantes artificiales aprobados en ese país puedan causar cáncer o cualquier otro problema de salud.
Mientras que la Clínica Mayo asegura que muchos estudios han confirmado que por lo general los edulcorantes artificiales son seguros si se consumen en cantidades limitadas; “incluso en mujeres embarazadas”.
Fuente. BBC Mundo