¿Has tenido alguna vez uno de esos días en que no te puedes concentrar?
En un momento estás completamente inmerso en un trabajo y un segundo después te ves mandando un mensaje en un grupo de chateo de amigos mientras te enteras por la red de los últimos rumores del espectáculo y miras videos de perros corriéndose sus propias colas.
El resultado final es que uno no termina haciendo nada, con un sentimiento increíble de frustración. Si te suena familiar, no estás solo y puede ser que no sea completamente tu culpa.
Nos enfrentamos a un problema muy propio del siglo XXI: la tecnología domina todos los aspectos de nuestra vida, y eso tiene un costo a nivel cognitivo.
Un estudio realizado en Canadá en 2015 mostró que el lapso de atención promedio del ser humano se había reducido de 12 segundos al cambiar de siglo a unos magros ocho segundos.
Eso es un segundo menos que el lapso de atención de un pez dorado (goldfish).
El mito de lo simultáneo
Los investigadores creen que no se trata de que seamos menos inteligentes, sino de que podemos hacer varias tareas al mismo tiempo, lo que los anglos llaman multitasking.
Seguro que si abro tu computadora encontraré más de una pantalla abierta.
Ése es el regalo de la tecnología moderna. Mira tu teléfono inteligente, tiene más poder de procesamiento que las computadoras del programa Apolo que enviaron un hombre a la Luna.
Y apuesto que puedes usar tu teléfono para mandar un texto, escuchar un podcast y mirar correos electrónicos, mientras ves la televisión y haces un montón de cosas simultáneamente.
Bueno, quizás no tan simultáneamente, ya que un grupo de neurocientíficos del Instituto Tecnológico de Masachussetts (MIT, por sus siglas en inglés) creen que eso que llamamos multitasking es un mito.
Cuando pensamos que estamos haciendo muchas cosas al mismo tiempo, en realidad estamos pasando nuestra atención de una a la otra a una velocidad muy pero muy rápida.
Y esto tiene su costo a nivel neuronal.
Curiosos por lo nuevo
Cuando saltamos de una actividad a otra usamos glucosa oxigenada en el cerebro.
Y cuando esta fuente de glucosa se vacía, uno se termina sintiendo soñoliento y desorientado.
Como resultado, liberamos la hormona cortisol, que es una respuesta del cuerpo al estrés.
Este panorama no es el mejor para que tomemos buenas decisiones.
Por lógica, el consejo sería hacer menos cosas, pero hay un problema: estamos atrapados.
Nuestra corteza prefrontal tiene una “tendencia por la novelería”: nuestros cerebros siempre están a la caza de “lo nuevo”.
Esto significa que nuestra atención siempre puede ser secuestrada por algo nuevo.
Tú simplemente no puedes resistir el vibrar de tu teléfono cuando llega un mensaje de texto, un correo electrónico o una actualización en Facebook.
Recompensas
Además, esta “constante búsqueda de novedades” activa la dopamina en lo más profundo de nuestro cerebro, enviando este neurotransmisor –llamado con frecuencia el “químico de la recomenpensa”– a varias partes de nuestro cerebro.
En otras palabras, nuestros cerebros son recompensados cada vez perdemos concentración en una tarea.
Así quedamos atrapados en un “círculo vicioso de adicción a la dopamina”.
Cuando respondemos un nuevo tuit o envíamos un correo sentimos una suerte de logro, ya que nuestro cerebro recibe otra porción de hormonas de recompensa aunque todo lo que hayamos logrado sea perder el foco de lo que se suponía que teníamos que hacer.
Y como todo lo que afecta este sistema, se establece una suerte de antojo que te lleva a volver por más y más.
Es tiempo de admitirlo, estamos bien en camino de ser adictos a nuestra tecnología.
¡Oh! Disculpen, acabo de recibir un tuit. Adiós.
Fuente. Greg Foot | BBC